
Páginas en blanco
Descripción
Es curioso como las cosas parecen recorrer siempre un camino diferente al que pensamos que tomarán.
Si me hubiesen preguntado en septiembre como pensaba pasar este año habría tenido la respuesta bien clara, pues me había dedicado a hacer todo aquello que se considera que está bien de cara a conseguir los objetivos que te impones.
Habría dicho que pensaba terminar mi último curso, graduarme, celebrarlo con mis amigos, con mi novio, con mi familia, preparar el viaje que haríamos, de hecho ya lo teníamos pensado: Italia, un destino precioso para disfrutar de unos días de paz tras acabar con el último enemigo: el TFG.
En definitiva quería disfrutar de mi último año como universitaria, sin embargo no esperaba lo que me iba a ocurrir. Todos pensábamos que esto que se venía era algo sin importancia, algo que nos pillaba demasiado lejos, algo que definitivamente no nos podía pillar a nosotros. Tan convencida estaba de que era así que cuando me planté frente al televisor, atenta a las palabras que tanto revuelo causaron, me quedé congelada. Clases canceladas. ¿Qué iba a ser de esos planes perfectamente calculados?
Mi familia tiene costumbre de ir al supermercado una vez al mes y hacer una gran compra. Cuando fuimos en esta ocasión no podíamos creerlo, la gente enloquecida, las estanterías arrasadas, los empleados desbordados. Yo aún me seguía aferrando a la idea de que esto que vivíamos iba a durar poco, que no llegaría tan lejos, y no fue hasta que salí para ir a la farmacia que de verdad tuve la sensación de que todo era en serio, de que nada se iba a pasar rápido. La calle casi vacía, la separación en la entrada del establecimiento, los guardias civiles que te paraban a cada paso para pedirte justificantes de tu salida.
Decidí, al llegar a casa, ponerme a leer todo aquello que había estado evitando cuidadosamente los días anteriores. Confirmación tras otra. Han pasado semanas desde ese momento, y poco a poco veo cómo todo lo que pensaba va desapareciendo. El tiempo que pasar con mis amigos, los cuáles están repartidos por Andalucía, mi pareja, a doscientos kilómetros, mi familia, que están cerca, pero aún así no puedo ver.
Y de repente las prioridades cambian. Te encuentras esperando con ansia una llamada de teléfono para saber de tus seres queridos a los que antes podías pasar semanas sin ver, segura en la tranquilidad de que todo estaba bien. Entablas conversación con vecinos a los que ni conocías, te preocupas de si necesitan algo. Te sientas a leer en el patio de tu casa que llevabas meses sin pisar, sólo para sentir un poco de sol en la piel, desempolvas el viejo dominó y juegas con tu madre, contenta de liberarla un poco de la incertidumbre de qué va a pasar con su trabajo, ves una película con tu padre al que no le gusta demasiado hablar, miras con miedo las noticias…
Piensas que estos días son páginas en blanco en el libro de tu vida, que no puedes hacer nada, pero te equivocas. No están en blanco. Aprendes a valorar cosas que antes dabas por sentadas. No es bueno, no lo va a ser nunca, porque sufrimos, porque añoramos y porque seguiremos añorando cuando acabe, porque habrá quien ya no esté con nosotros. Pero seguimos adelante y creamos nuevos recuerdos. Y seguimos viviendo. Y al final es lo importante, seguir adelante y conseguir dar lo mejor de lo peor que venga.