
Reflexiones flotantes
Descripción
Ha comenzado un periodo insólito, y lleno de incertidumbre. Estos días sirven para pensar y valorar ciertas cosas que normalmente damos por hechas o que ni siquiera se nos pasan por la cabeza.
En primer lugar, y como no podía ser de otra manera, hay que agradecer a nuestro sistema de salud público y a sus profesionales, todo el esfuerzo y empeño que están poniendo en esta situación. También a toda la comunidad científica (biólogos, bioquímicos, virólogos, epidemiólogos y muchos más), a las personas que trabajan en el sector alimentario (desde agricultores a cajeros o reponedores), transportistas o limpiadores/as. Están haciendo un gran trabajo y diariamente se les reconoce su labor.
Pasada esta “tormenta” deberíamos exigir una mayor inversión en sanidad e investigación, los cuales han demostrado ser, una vez más, cruciales para una emergencia que, quizás, puede repetirse.
Otra de las cosas que nos permite la pandemia es disfrutar de las pequeñas cosas que se pueden hacer: salir a comprar y (re)descubrir el comercio local, el de tu barrio. Compartir tiempo en familia, conversar, mirarnos a los ojos. Si somos afortunados, podemos disfrutar de espacios exteriores de nuestra vivienda (balcón, terraza, patio, jardín…) y saludar desde ellos a nuestros vecinos, esos grandes desconocidos. Aunque, indudablemente todos echamos de menos el afecto, el cariño, la cercanía física, los besos y abrazos.
El COVID-19 nos muestra las dos caras de la sociedad. Una es la amable, solidaria y humana: gente con sentido cívico quedándose en casa, cientos de personas voluntarias organizándose en grupos para ayudar a personas mayores, o con discapacidad, profesionales luchando por salvar vida y encontrar la cura definitiva, iniciativas culturales gratuitas, una considerable reducción de la contaminación y del turismo de masas, frenético y descontrolado. Sin embargo, también existe una cara egoísta: gente sin consciencia, que continúa saliendo, o que corre desesperada para llenar carros de la compra. Si el mundo se acabara hoy, ¿te salvaría tu carro lleno?
Para terminar, dejo algunas preguntas:
-¿A que le damos importancia en una situación crítica como esta? ¿De quién nos acordamos? ¿A quién echamos de menos? Estoy segura que casi nadie ha pensado el dinero, el trabajo o el estatus. Ninguna de esas cosas te salva, en ningún sentido.
-¿Cómo nos sentimos cuando somos nosotros los “discriminados”, los “infectados”, los que no pueden moverse? ¿Nos acordamos de aquellos a los que mirábamos por encima del hombro, pensando que algo así jamás nos sucedería?
-¿Qué hacemos con nuestro tiempo? ¿Cómo lo invertimos? ¿Tratamos de desarrollarnos, cultivarnos, ir más allá, pensar, experimentar, crear, “poner nuestro granito” para crecer y mejorar? O, simplemente, ¿dejamos que pase, nos entretenemos como podemos e intentamos no morir de aburrimiento?
Ojalá que al menos, todo esto sirva para cambiar entre todos muchas de las cosas que no funcionan y construir, de una vez por todas, un futuro y una sociedad mejor y más sostenible.